Cuando mantenemos una dieta saludable, una práctica habitual que debemos añadir a nuestra rutina, es realizar compras responsables recabando información a través del etiquetado de los alimentos. Fijarnos en la información nutricional que nos aporta es la clave.
En España, desde diciembre de 2016, en el etiquetado es obligada una información básica que debe incluir:
- Valor enérgetico expresado en Kilojulios (kJ) o Kilocalorías (kcal).
- Cantidades de nutrientes (proteínas, hidratos de carbono, azúcares, grasa y grasas saturadas) y de sodio.
- Expresados por 100 gramos/mililitros, o por porción/unidad de consumo.
- Nombrados en orden de mayor a menor proporción.
- La declaración de ingredientes o sustancias que causan alergias e intolerancias
La información debe ser clara, legible y comprensible; y puede completarse de forma voluntaria con información sobre grasas monoinsaturadas, grasas poliinsaturadas, polialcoholes, almidón, fibra alimentaria, vitaminas y minerales.
Tener por costumbre leer las etiquetas, es un hábito que nos permite comparar y elegir las alternativas más adecuadas a nuestras preferencias, a la vez que nos da información sobre sustancias que pueden ser perjudiciales para nuestra salud. Entender la información que ofrece, facilita la toma de decisiones relacionadas con los alimentos que más benefician la salud.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, cuando valoramos el etiquetado nutricional de un producto debemos:
- Leer cuáles son sus ingredientes.
- Comparar con productos similares.
- Seleccionar el que tenga más bajo contenido de calorías, grasas, sodio y azúcares.